domingo, 28 de agosto de 2016

De Vinilos y Otras Glorias MDCCLXII

Acercándonos al vacío que la Música provoca, para no disturbarnos con nada que no sea lo que nuestras almas desean.


Eloy (Inside) 1973


En la corriente del Krautrock que no llegó al radicalismo que intentaba ser una crítica social y política de la época en la cual surgió el movimiento, muchos grupos siguieron unas directrices más parecidas a lo que era el Rock Sinfónico y sus sonidos.
Uno de esos grupos, que se ganó un nombre a pulso dentro de su generación, fue Eloy, banda de técnica depurada y emociones vividas desde esa óptica sinfónica, que en ocasiones se mezclaba con paseos por el Rock espacial.
Su segundo trabajo, "Inside", surgido tras una primera toma de contacto que no definía muy bien lo que era el grupo, ya va marcando las intenciones de sus miembros y esa Música entre épica y monumental, que incita a los viajes mentales a través de las notas y el complejo desarrollo de los temas.
Dotados de una técnica excepcional a la hora de interpretar, la única forma de no sobrepasar lo humano depende del acierto con las composiciones, y si bien me gusta más el grupo cuando fue tomando consciencia de su inmensa capacidad con algunos discos a sus espaldas, en este trabajo mezclan de manera coherente la epopeya de temas inmensos con algunos de menor recorrido más cercanos al Rock Sinfónico más clásico.
El comienzo del disco, que significa toda la cara A del mismo con sus 17'14'', "Land Of No Body", está destinado a ese viaje que siempre proponen, con los teclados de Manfred Wieczorke desparramándose por cada rincón de los sonidos creados, atrayendo la atención sobre ese salto al vacío que significa la aventura de más de un cuarto de hora. La cara B, con tres temas que median entre la suite de "Up And Down" (8'23'') y dos temas más recogidos en el tiempo, "Inside" (6'35'') y "Future City" (5'35'') ayudan a entender de una manera más clara el significado de Eloy como grupo, con la guitarra de Frank Bornemann ocupando su lugar y desafiando a esos teclados, y la sección rítmica que mete la obra en un camino que deja poco margen para discernir entre el Rock y las aventuras espaciales propuestas.
Un disco que va marcando la idea de lo que fue Eloy, un grupo que se fue haciendo paso a paso y llegando cada vez más arriba en la década de los setenta; una obra de indiscutible calidad y que ayuda a conocer a uno de los más influyentes iconos del Krautrock en esa vertiente que unía con lo esencialmente visceral.

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