domingo, 3 de julio de 2016

Música


Había un hombre que llegó del frío, con las manos en los bolsillos buscando el calor de su abrigo. Ya hacía calor en esa época, pero él no podía desprenderse de esa gélida sensación.

Por eso la armónica pegada a su boca colgada del cuello a través de un soporte, haciendo que la Música surgiera de sus entrañas como enviada por la magia que los sonidos la hacían ser, parecía tener vida propia cuando sonaba.

Sus ojos reflejaban la profunda tristeza de la soledad, el momento eterno en el cual el alma se encoge y ya nunca más puede sentir. Sin embargo, metido en su abrigo de gruesa piel, oculto su rostro por un sombrero, llenaba el silencio como nunca antes lo había sentido.

No pude preguntarle el por qué de todo lo que veía, la sensación que desprendía a través de un cuerpo que parecía no existir. La Música le cubría completamente, protegiéndolo como un halo mágico que impedía acercarse a él. Supe que algún día dejaría de sonar, y una mañana de verano, cuando el frío de su corazón podía sentirse en la esquina perdida de la calle, un abrigo roído y un sombrero sin dueño dejaron de latir.

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