Hablando de aficiones (porque de algo hay que hablar para comenzar la entrada) me preocupa enormemente esa afición de algunos individuos
por involucrarse en la vida de los demás a través de los extraños aparatos que
emiten ondas que te atrapan y te enganchan en una vorágine de placer sensorial.
Pero seamos serios, señores. Cómo se les ocurre ya
no sólo intentarlo, sino en el mayor de los descaros posible ponerse a grabar
supuestos programas de Música con la
intención de emitirlos y atacar las puras mentes de los que, engañados, se
atrevan a escucharlos. Que no, que no es así, que lo que hay que hacer es
aprovechar al máximo los maravillosos seriales ya existentes, esas comedias al
uso que nos reflejan la vida tal y como es (en la mente de algún visionario,
por supuesto), por no hablar de los programas que nos inundan, ¡benditos
ellos!, con las últimas riquezas del folklore mundial, esas tonadillas
pegadizas que nos elevan y nos hacen sentir el espíritu de unión entre los pueblos,
entre las gentes de a pie (que con el pie siguen el ritmo sin cesar, por otra parte).
Esas aficiones extrañas y de tan mal gusto,
dirigidas a manchar lo que es inmaculado, el cerebro blanco y cristalino (por
lo trasparente) de niños, adolescentes, jóvenes, mayores y señores de la
tercera edad (porque la transparencia y la diarrea mental no saben de edades)
deberían dejarlas para esos animales como ustedes que gustan de extraños
sonidos y ritmos sin sentido, creados para envenenar el ambiente.
Está claro, me preocupa enormemente la práctica de
esas aficiones, será porque yo soy uno de los personajes, de los raros, y
comienzo a pensar si no estaré contribuyendo al final de la raza humana tal y
como la conocemos, con esas extrañas melodías que no sólo intento, sino que
efectivamente derramo a los vientos a través de las ondas, acompañadas de
“vómitos mentales” que me salen del alma, y que seguramente traspasarán sin
esfuerzo esas mentes huecas y sin capacidad de razonar.
Pues tras unos instantes de pensarlo, al menos unas décimas de segundo,
he decidido que mi alma se queme en el infierno, así es que seguiré con la
afición, porque no sé jugar a las canicas, ni a las cartas, ni escucho los
principales (40, 50, 60 o 100) y creo que las melodías que surgen de lo que
creamos son las únicas balas que deberían atravesar los cerebros dormidos de
las millones de ovejas que van por donde les mandan.
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