viernes, 11 de abril de 2014

La Otra Mentira


Paseaba por la orilla del río, ese lugar donde me pierdo con mis pensamientos cuando nada de lo que me rodea tiene sentido para mi mente, cuando mis ojos se percataron de una mujer que sentada en el banco cerca del puente derramaba lágrimas con la mirada perdida hacia ninguna parte. 
No soy de meterme en la vida de nadie, quizás porque el ser humano me tiene asqueado y no espero nada bueno de él, pero la tarde cayendo y las primeras sombras alargadas por el Sol que se perdía entre los edificios me debieron parecer (al menos a mi instinto de supervivencia) una escusa para acercarme a ella.

Un rostro suave y delicado me recibió sin inmutarse, sin un atisbo de sorpresa y sin la necesidad de decir nada, por lo que antes incluso de sentarme mis pies comenzaron a girar para continuar mi camino y fue en ese instante cuando su voz llegó nítida y clara, sin la congoja que se suponía debía expresar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas y que en ningún momento tuvo la necesidad de secar.

Su llamada no era una súplica, ni una solicitud de compañía, me preguntó si quería saber dándome las gracias por su interés y al sentarme junto a ella sólo me pidió que mis labios permanecieran cerrados escuchara lo que escuchara, quizás le serviría de catarsis o de castigo por sus propios pensamientos, pero me hablaría para cerrar su propia garganta después y para siempre.

Acepté y me dispuse a escucharla pidiendo sólo que secara sus lágrimas, porque era algo que me dolía aún sin saber el por qué de ellas, entonces sonrió, sacó un pañuelo y comenzó a hablar, un relato que me estremeció el alma por la serenidad con la que expuso los hechos, un relato que me laceró la mente sin saber o queriendo no saberlo, un relato...



"Vengo de cobrar un seguro por la muerte del que ha sido mi marido durante veinticinco largos años, un dinero que me quema las manos y que es lo único bueno que ese grandísimo hijo de puta ha hecho por mí.
Al poco tiempo de estar juntos comenzó a maltratarme tanto psíquica como físicamente, palizas infernales de las que aún no sé cómo he podido sobrevivir. He sido violada, ultrajada de mil formas, con saña, sin escrúpulos, he sido vendida por unas monedas y usada para actos de tal bajeza que me da vergüenza recordar, y cada ilusión, cada momento en el cual he intentado ser feliz o buscar la felicidad a través de mis sueños me ha sido amputado con la misma violencia con la que mi piel era desgarrada.

Nunca me tocó la cara, le gustaba mostrarme al mundo como la muñeca de trapo que todos veían en mí, la hermosa y afortunada mujer que vivía con el hombre de éxito, la envidia de mujeres que no habían podido conseguirlo y de hombres que no estaban en su posición, nunca me tocó la cara ni me acarició, ni me besó ni me hizo sonreír, era una muerta en vida que exhibía para venderme como un perro poco después a esos mismos que necesitaba para conseguir favores.
Cualquier intento por ser yo misma me lo rompía con un acto de violencia, quise ser madre y quedarme embarazada me supuso ver morir a mi pequeño dentro de mis entrañas y temer que cualquier otro intento acabara igual, intenté saber, descubrir, buscar motivos para desarrollarme intelectualmente y sólo conseguí ser adiestrada para complacerle en sus vejaciones y acabar sintiéndome una puta barata que ni siquiera cobraba por dar placer, algo que jamás he conseguido saber qué era.

Mi cuerpo está destrozado, mis huesos sino rotos desechos por esfuerzos sin sentido, mi piel ajada y desfigurada, fui durante un tiempo una gran masa de carne desecha por los golpes y en dos ocasiones pude morir pero por desgracia sobreviví a ello.
Hoy he ido a recoger un dinero que nunca supe que me esperaba, quizás olvidó quitar mi nombre o quizás no había ninguno porque los muertos no tienen nombre, pero la voz amable que me invitó a pasarme por el despacho para explicármelo ha sido el primer ser humano que me ha hablado de manera cordial y sincera desde hace... veinticinco años, toda una vida, toda mi vida.

Cuando me he sentado para descansar las lágrimas han aflorado a mis ojos por primera vez desde que tengo memoria, ya no sabía llorar porque lo tenía prohibido, no podía emocionarme porque no tenía motivos para ello y al sentir el roce de mi llanto en la piel en cierto modo he creído volver a nacer, pero no es cierto, estoy muerta y eso ya es irreversible.
Te agradezco tu gesto al acercarte por verme llorar, ha sido una delicada manera de saber que existo y se me ve, pero no hay mucho más que hacer, todo lo que soy está perdido en un basurero hace tanto tiempo que hoy disfruto de mi último día sabiendo que hace mucho tiempo, demasiado, alguien detrás de este rostro era una persona, una niña ilusionada y una mujer que quiso vivir amando a alguien.

No hables, por favor, no digas nada y déjame, es lo único que ahora me puede hacer bien y quizás al hacerlo me entregues el primer deseo para ser cumplido. Gracias por haberte detenido y por escucharme, no sé por qué he comenzado a hablar pero ahora sé que no me he equivocado, el vacío que siento en mi interior no es por el motivo que siempre me provocaba sentirme así, hoy es por haberme despojado por fin de demasiadas cosas."



Su rostro continuaba sereno, de nuevo las lágrimas escapaban por sus mejillas y tras mirarla unos instantes me fui de aquél banco que sostenía el cuerpo sin vida de una mujer que había vivido esa existencia que no se sabe y que se convierte en una mentira más, la otra mentira que muchos no quieren escuchar porque lleva impresa el sonido de voces y gritos sin sentido.

Me alejé de allí con el alma rota y la angustia ahogándome, realmente creo que no había nada que hacer por ella y lo sabía porque no quería hacer nada, necesitaba irse por fin y descansar en mente y cuerpo, dejar todo lo que había llevado a cuestas como una cadena que la asfixiaba y era lícito que quisiera desprenderse de los seres humanos y sus cuentos de princesas.

La noche ya había tomado con su manto el relevo al Astro Rey, las luces de neón iluminaban de manera tenue el paseo que seguía la estela del río y la suave brisa acariciaba mi rostro. Sentí unas lágrimas empapar mis ojos, quise limpiarlas pero dejé que siguieran su curso por las mejillas, sonreí y seguí mi camino con el rostro de esa mujer clavado en mi cerebro, una imagen que jamás he olvidado y que me seguirá siempre.



Agilulfo

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