domingo, 20 de noviembre de 2011

Mi Alma



Me encontraba con la tarde cayendo sobre mi cabeza, y mi mente era incapaz de concentrarse en nada, ni tan siquiera los temas de Música que caían uno tras otro lograban que pusiese atención en otra cosa que no fuera la imagen de la dama negra rondando por mi cabeza, en las más diversas situaciones y con un denominador común, la pérdida irreparable de seres queridos.
Me negaba a aceptar que en mi cerebro todo girara alrededor de esa sensación, y cuando en un momento dado fui al baño, con la intención de darme una ducha que sirviera para alejar de mí los momentos de “frío” provocado por las imágenes, me acordé de una parte de mi ser que nunca he ojeado a fondo, a la que sólo presto atención en escritos y en frases hechas, pero que me acompaña desde que soy, desde que existo; me acordé de mi alma.

Cuando me desahogo con historias, sean perversas, sensuales, imaginarias, reales o simplemente “vómitos mentales” que me descargan de lo que mi cerebro hace girar de forma interminable, en muchas ocasiones hablo de mi alma, o del alma, o de las almas, ese ente que poseo y que, ya vaya por libre o según dictados de mi propio proceder, mantengo presente sin ahondar mucho en ella.
Es por eso que, al verme frente al espejo, ese juez que desde hace años me indica cada mañana la realidad de mi propia existencia, decidí buscar un poco más profundamente lo que doy por hecho, lo que nombro tantas veces pero no reparo en tomar, y me encontré frente a frente con mi esencia, mi parte más existencial, el “pedazo” de yo mismo que va más allá de lo mundano, lo que puede que haga que esté en el continuo equilibrio que me lleva entre el bien y el mal, esa ambigüedad que nada ni nadie puede definir.

Tomé mi alma, y me senté en la bañera, dejando que la calidez del agua cayendo sobre mi cuerpo me ayudara a descifrar los enigmas que mi mente no puede entender, el por qué de tantas cosas que doy por hechas y no deben ser, la razón de mi propia existencia en un mundo que me aplasta, con una gente que amo y puedo odiar al mismo tiempo, en definitiva, todo lo que, quizás por miedo, quizás por pereza, quizás porque soy limitado, infinitamente limitado aunque me crea libre de espíritu, no puedo llegar a ver.
Fueron minutos de paz, de sosiego, de una sensación que no conocía desde que mi ser estuvo en el vientre de mi madre, de estar protegido por un halo de singular belleza interior que no sabía si era mía o dada por quien me llevaba en ese momento. Mi alma me habló, me increpó, me preguntó, me dirigió, me animó, hizo que mi vida, la que ella guarda como un secreto inconfesable, pasara por delante de mí, con sus errores, sus aciertos, sus virtudes, sus defectos, y de pronto, como si transformara todo en cámara lenta, las imágenes que traspasaba a mi cerebro fueron deteniéndose, y en ese instante, rostros, cuerpos, retratos de personas, seres conocidos y queridos fueron desfilando como una galería de personajes que formaban, en conjunto, la auténtica esencia de mi vida, el componente básico de mi cuerpo, mi mente, la razón de mi alma.

Por delante de lo que mi mente y mi cerebro podían asumir, las escenas se transformaron en tangibles instantes, y allí se encontraba mi madre, sosteniendo un proyecto de ser humano recién nacido, con el cansancio y el dolor de un parto reciente. Mi padre, con su eterna sonrisa inacabable, transmitiéndome ya desde los primeros días esa bondad que nunca le ha abandonado. Los primeros pasos con seres parecidos, en escuelas y patios rodeado de lo que aún eran almas sin mácula. Experiencias maravillosas con los que en su día fueron amigos, la etapa de pubertad que iba, poco a poco, definiendo mi personalidad. El crecimiento del hombre y la conciencia, ya más clara, si eso es posible, del bien y del mal, con los primeros indicios de maldad pura en mi ser, con los desgarros emocionales provocados por otrora seres humanos y,  a través de ellos, la entrada en la segunda década de lo que sería el viaje a los infiernos.
Paró mi alma ese recorrido y me hizo ver de nuevo la etapa oscura, el viaje a ninguna parte y con nadie, el descenso a los infiernos, mi olvido de todo, de todos, mi pérdida de ella misma, o la inconsciencia de tenerla. El nuevo yo que surgió de sus cenizas, la claridad de nuevo en mi vida, las trágicas consecuencias de separaciones infinitas, mi abrazo de nuevo a mi esencia y la entrada en una nueva década, un antes y un después en mi vida, un encuentro con otras almas que me han llevado hasta donde estoy.

El agua seguía cayendo, resbalando por mi piel, y la luminosidad de la estancia llenaba mi rostro, mi alma seguía relatando, describiendo ese espacio que solamente ella posee y que nada puede arrebatarle, mi yo en estado más puro, sin ningún tipo de interrelación; ella conseguirá, cuando ya no esté en cuerpo, que mi espíritu por fin sea libre, sin cadenas, sin rupturas, sin nada que me impida ser lo que soy.
Acabó la ducha, me sequé lentamente, sintiendo, no sé qué era, pero sintiéndome a mí mismo. Retomé Mi Música, y me llené de los sonidos, me dejé llevar, y supe que en algún lugar de mi propia esencia mi alma me guarda, me esconde, me mantiene, hasta que todo acabe.



2 comentarios:

  1. Un viaje al interior de uno mismo, el recorrido hasta el alma, allí donde se guardan los sentimientos mas íntimos, para retroceder hasta ellos y recuperar los recuerdos..
    Emocionante y entrañable escrito.
    Un besazo.

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  2. El interior de uno mismo puede ser un agujero demasiado negro, pero hay que visitarlo para saber dónde estás ahora... Besos

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