sábado, 13 de agosto de 2011

Agilulfo En Estado... Más Puro


Libro, ha llegado la noche, me he puesto a escribir más deprisa, del río no llega más qyue el estruendo de la cascada, allá abajo, ante la ventana vuelan mudos los murciélagos, ladra algún perro, alguna voz resuena desde los heniles. Quizás no la ha escogido tan mal esta penitencia mía, la madre abadesa: de vez en cuando me doy cuenta de que la pluma ha empezado a acorrer por la hoja como sola, y yo le corro detrás. Es hacia la verdad que corremos, la pluma y yo, la verdad que espero siempre que me salga al encuentro, desde el fondo de una página blanca, y que podré alcanzar solamente cuando a fuerza de emborronar papel haya conseguido enterrar todas las desidias, las insatisfacciones, el rencor que estoy expiando aquí encerrada.
Luego basta el ruido de un ratón, una ráfaga de viento repentina que hace batir la ventana, basta el final de un episodio de esta historia y el comienzo de otro o sólo el acabar una línea y ya la pluma se ha vuelto pesada como una viga y la carrera hacia la verdad se ha hecho incierta.
Ahora tengo que representar las tierras atravesadas por Agilulfo y su escudero durante su viaje: a todo, aquí en esta página, hay que dar cabida, al camino real polvoriento, al río, al puente, aquí tenemos a Agilulfo que pasa con su caballo de casco ligero, pesa poco ese caballero sin cuerpo, el caballo puede andar millas y millas sin cansarse, y el amo desde luego es incansable.


Italo Calvino
"Il Cavaliere Inesistente" VIII Extracto. 

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