domingo, 24 de julio de 2011

La Isla


He vuelto a una Isla, un lugar perdido en el centro del caos humano, un lugar donde todo se transforma al atravesar la puerta de cristal que la separa del mundo. Hacía mucho que no iba, demasiados desmanes en mi vida, demasiada irracionalidad mundana, demasiado de todo lo que no quiero y me disgusta, pero por fin encontré un hueco y volví.
Atravesar esa puerta es como entrar en otro universo, no es ciencia ficción, es la realidad, de pronto todo pasa del gris y negro a los colores del arco iris, el policromado inunda mis retinas, y a través de ellas llega hasta mis entrañas, comienzo a respirar, sonrío de forma instintiva y el reloj de mi existencia se detiene el tiempo que estoy allí.
No hay playas, ni el mar de aguas transparentes, no hay palmeras, y el Sol son luces de neón que a veces no funcionan, el aire y la brisa marina no te refrescan la cara, en su lugar se huele a antiguo, a psicodelia y flores de otras épocas, y la vegetación se transforma en miles de plásticos cuadrados de colores y formas infinitas que inundan tus pupilas llevándote a ese mundo donde todo es posible, porque la libertad mental y el deseo de alcanzarla se aúnan para poder conseguirlo.
No hay bellas nativas esperando con la fruta fresca en la mano, en su lugar dos viejos amigos cuyo reloj también se paró, pero de eso hace ya cuarenta años, por eso todo parece un concierto en el inmenso parque de cualquier rincón del mundo, cuando sentarse en el suelo para aspirar la hierba y dejarse hacer el amor por jornadas de Música sin interrupción era tan habitual como ahora dejarse engullir por el caos y el estrés del día a día.
Mis manos se ensucian al rozar una y otra vez los viejos plásticos de esas portadas que me hacen sentirme especial, pero no me importa, huele a magia, a gloria, a clase y a seda, toco el envoltorio y la Música que hay dentro sale a recibirme, me incita a escucharla, saborearla, volver a creer que mi mente está a años luz de la miseria, y al tiempo que los sonidos me inundan cuando los dos viejos hippies colocan cualquier joya en el vetusto aparato de Música, sus voces de fondo me llenan de un placer que no puedo explicar, porque son palabras de eso que no puede separarse de mi alma, hablan de Música, de grupos, solistas, discos, grabaciones, referencias, ediciones, nuevos sonidos, magia en estado puro, no es un discurso manido y sabido, es algo que surge porque lo da el espacio, el espíritu de lo que allí hay y de los que creemos en ello, y ese halo invisible nos envuelve, nos hace suyo, y yo me dejo llevar, y soy feliz, y vibro, y...
He vuelto a una Isla en mitad de la nada, donde sólo algunos sabemos qué hacer, no hay mapas que te indiquen el camino, ni agencias de viaje que te preparen el sueño de tu vida, allí se sueña porque todo es parte de nuestra fantasía, un lugar donde los grandes genios se unen para saludarnos, y en medio de todo ello dos viejos amantes de lo bello que hace mucho tiempo que se negaron a seguir el juego de los mediocres.
Mi piel se extiende cuando estoy allí, me siento inmenso, con mis dedos sucios y el olor a décadas pasadas, y sé que no puedo envejecer dentro de ella, porque el tiempo no existe, la muerte no tiene el mismo sentido y los años se perciben como algo irreal. No puedo enfermar, y si eso fuese posible, la calle Salud rodea su espacio como un arrecife de coral que la protege, así es que no tengo miedo, miro al cielo, los viejos recuerdos me dan la mano, algunos cadáveres eternos que la Música se llevó se empeñan en seguir tocando sus guitarras, nada es lo que parece, porque "Discos Melocotón" no existe más que en la imaginación de quienes creemos en la magia, la seda, la...



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