domingo, 19 de junio de 2011

Higiene Mental, Ensayo De Una Utopía 5


¡Cómo está el patio! y menudo ganado pulula por ahí, y no lo digo por quien responde, que si te la dan en los morros tienes derecho a contestar, ¡qué jooooooé! pero es algo tan maleable, tan… sigamos con algún préstamo más de nuestra querida reina de los vientos.

Gracias a Madame Tramontana, su programa y todo el séquito de seguidores que me permiten contestar, aunque sea por escrito y con el corazón en un puño, a las insensateces de esa mujer a la que creía amada musa de escritos inconfesables y de pronto descubro, para mi desgracia, que es una mala pécora de bajos instintos y más bajos deseos, porque todo lo tiene por debajo, ¡vaya por Dios!
Bien es cierto que nos hemos amado, deseado, comido, lamido, sentido en lo más profundo y profundizado en lo menos importante, pero ¡válgame el cielo! que no esperaba yo que mis defectos físicos (imputables de todo punto al estrés al cual me veo sometido por esta vida que me angustia) se vieran reflejados en un programa radiofónico con más de dos millones de fieles escuchantes, otros quinientos mil de esporádicos escuchantes (que seguro ese día estaban escuchando por alguna extraña jugada del destino) y mi madre, que precisamente no sabía qué dial sintonizar y pilló el glorioso momento en el cual una mal nacida hablaba de erecciones que no llegaban y esperas interminables para chupar algo sólido.
Pues bien, ridícula criatura componente sin duda del subgénero humano que habita en las cloacas mentales de los complejos, sin querer ponerme a tu altura y no pudiendo porque lo tuyo no llega al metro veinte, he de decirte que si no puedo ejercer de consolador natural por mor a lo que ya he comentado (estrés, encargados con mala sangre, incomprensión natural hacia mi persona, caída en picado de la creatividad y la mediocridad como dueña absoluta del orbe) al menos con mi boca y mis dedos, tanto de pies como de manos, te he hecho descubrir músculos que tu mente desconocía (so ceporra, que eres una ceporra por muy temprano que te levantes) y sólo por eso deberías rendirme pleitesía, porque seguir buscando la larva dura, o flácida en su defecto, dice poco o nada de lo que deseas como mujer.
No se me empina (¡qué vulgaridad! ¡cómo hieren mis oídos esas dos palabras!) cierto es, pero lo de tu melena al viento entre las piernas qué, porque no sé si te has enterado que ahora se lleva el rasurado perfecto para que el flujo corra libre a su aire y llene a todo aquél a quien le provoca la libertad en estado puro de este liquidillo tan usado como “manido”, que me he pasado dos horas largas quitando pelambre de mis incisivos y molares, que a poco muero asfixiado por la falta de oxígeno entre el bosque de hierbas venenosas y malolientes que pueblan tu zona pudenda. Que lo sepa el mundo entero, que no es limpia, no, que es muy guarrona, cochina y demás adjetivos que mi educación anglosajona no me dejan exponer.
Soy un 99% de hombre, porque a pesar de los orgasmos no puedo entrar en ti, ¡pero bicho de malas entrañas! si cuando tenía la mano metida en tu lugar hasta la muñeca (y gracias a que llevaba la pulsera de plata de 500 miligramos que ejercía de tope, que de no ser así hubiera llegado hasta el codo) me jurabas que nunca habías sentido algo así, que retenías el momento del éxtasis para recordarlo eternamente… la Eternidad para ti debe ser un concepto de revista rosa, donde cada noticia supera en lo efímero a lo anterior.
Bien, aquí estamos, en este lugar donde todo se permite permitiéndoseme ser un pene flácido buscando… nada, porque si quieres prótesis, al sex shop de la esquina, que a mí me funciona de maravilla, pero no sabía que había contratado un viaje por la jungla inexplorada del planeta de los simios. Por cierto, debe quedar muy de ahora, pero esnifar la sobaquera y encontrarte con unos pelos diversos de colores varios (a saber) no es al uso, es guarro, muy guarro.
Madame Tramontana, liviano nombre con connotaciones de frescura y olor a hierba, reitero las gracias por dejarme ser leído y cuidado con las quejas, pueden esconder un bosque de sombrías sorpresas.

“Es pelo todo lo que reluce” respuesta de J.H. a su amante desdeñada por el coito nunca ocurrido, aunque como bien se ha expresado él, eso no debería serlo todo… ingenuo.

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