Dije que me gustaba ver “porno” y me llamaron indecente; dije que respetaba a las putas, y me llamaron vicioso; dije que el sexo es el “quinto poder”, y me tacharon de ridículo. Sin embargo todos y todas son eruditos en chistes sobre coños, pollas, putas y cornudos, y yo no me sé ninguno; será que me estoy perdiendo algo, o que ya lo encontré hace tiempo.
Es por ello por lo que la mayoría de las veces no puedo creer a la gente que me aprecia, que realmente cree en mí (ahora que hago memoria no me sale ninguno, joder) cuando me indican que soy sensible, que sé enviar mis mensajes para que se entiendan, que les llega lo que escribo, porque el humor trasladado a mi intelecto (ese que busco y nunca está cuando lo necesito) no sabe de coños, pollas, putas y cornudos, esas palabras o acepciones las uso para describir una historia de amor, un alma vacía, un momento de desgarro, un orgasmo maravilloso, un ser destruido por las circunstancias, o las uso cuando hablo de mí, porque puedo degustar un coño, pero no me gusta ofender el órgano íntimo de una mujer, puedo disfrutar con mi polla, pero me río de ella en la soledad de mi placer solitario, y las pocas ocasiones en las que he estado con putas y cornudos han sido vivencias de alcohol y basura humana, y mi limitado humor, no el negro, sino el “al uso” no sabe ubicarlas donde los demás suelen hacerlo.
Desde luego, hijo, nunca llegarás a nada, si ni siquiera sabes despreciar a esos despojos que debemos soportar todos...
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