sábado, 18 de junio de 2011

Esa Dama y Los Deseos

Para el que ha querido verla de cerca, la muerte puede ser la mayor y mejor razón para seguir viviendo.

Existe una, digamos inexplicable (por mi parte) relación entre la dama negra y mi persona. El saber que existe, que está ahí, que es inevitable como ser humano me llena de desazón y a la vez, en ocasiones, de alegría. Sé que me va a tocar, que me llegará inevitablemente el turno, y pensar que he podido ser tan estúpido como para tener la capacidad (y aún la tengo, como todos) de adelantar el momento por voluntad me provoca escalofríos por la enorme prepotencia como ser humano para decidir algo que debería estarnos negado, no por quererlo o no, sino por lo insignificantes como seres que formamos parte de un todo demasiado grande para nuestras mentes diminutas; lo curioso es que no tenemos voluntad sobre nuestra llegada a la vida, pero nos creemos en nuestro derecho para llegar a la muerte.
Por otra parte, creo sinceramente que todo está demasiado escrito, y el querer irse antes de tiempo (eso creemos en nuestro ego de seres superiores) no es más que otro juego del destino, ese, quien quiera que sea (lo que ocurre es que el nombre de destino no deja de ser llamativo) que nos maneja a su antojo.
A veces la hemos querido ver demasiado cerca, por curiosidad, por aburrimiento, por morbo, porque somos imbéciles, o demasiado inteligentes como para creer que esto es poco para nosotros... por eso, quizás, me alegro cada día señalado en el calendario, o porque me recuerda lo de la estupidez y no puedo dejar de esbozar una sonrisa.
A pesar de todo, como estar vivo es una aventura, el que quiera verla de cerca, pues que se crea lo que quiera, total, nadie lo va a notar, ya somos seis mil millones...

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